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En silla de ruedas desde hace 17 años

'Soy un lesionado medular', escrito por Patxi Salbide

Patxi Salbide lloró mucho al escribir 'Soy un lesionado medular... pero volveré a caminar' (Ed. Erein). Lo publicó en marzo de 2013 y acaba de salir una nueva edición. «Pensé que no me quedaban más lágrimas. En inimaginable lo duro que fue para mi ponerme frente al ordenador. 'Si esto no puede ser', 'si es un escándalo', 'si es una tragedia', 'si esto a mi no me ha pasado'», se decía. «Pero lo tuve que contar ».

El libro es una propuesta de Antxon Lafont, director de la colección Haran, en la editorial Erein. «En la colección se tratan temas diferentes y, desgraciadamente para mí, yo he hablado de 'Soy un lesionado medular.. pero volveré a caminar'», explica Salbide a "diariovasco.com".

«Me costó ponerme en marcha, por lo menos un año. Es durísimo ponerte frente al ordenador y contar lo que te sale. Soy honesto. No quiero maquillar lo que me sale. Sueño con caminar, con sentir el agua en los pies y lo primero que me surge es acordarme de mi madre. No soy una persona que escribe bien, no soy un intelectual, pero es mi forma de narrar básica y sincera. Cuento que investigo y que no quiero asumir que voy a estar toda la vida sentado en una silla de ruedas, con lo que sabemos o no sabemos que conlleva».

El libro tiene tres partes: la primera son las reflexiones de Salbide, la segunda, una conversación con la periodista Arantza Kalzada y, la tercera, otra con el cocinero Martín Berasategui. «Arantza es quien me presenta a Antxon Lafont en una charla en la que surge la posibilidad del libro. Y Martín es como un hermano para mí. Él y su mujer, Oneka Arregui, cuando tuve el accidente y caía, no es que pusieran los brazos para sujetarme, no. Se pusieron debajo y todavía les duele el trompazo que les di. Y han pasado 17 años». Todo en sentido figurado, claro. «Hablo también de mi familia, de mis hermanas, de mis amigos. Unos se ganan y unos se pierden en una circunstancia así. ¡Podría hablar de tanta gente!».

Esperanza y lucha

El libro transmite un mensaje potente de esperanza y lucha, dice. «Me ha dado pie a hacer charlas y conferencias. Ahora es fácil estar conectado. Tenemos que aprovechar las nuevas tecnologías para seguir investigando y presionar amablemente a investigadores, médicos y sistemas sanitarios para que nos ayuden. Porque nos hace falta mucha ayuda».

No le apetece especialmente dar conferencias, pero si le llaman, va. «Lo tengo que hacer. Vanidad, la tenía. Ahora, no. Ego, lo tenía. Ahora, no. Fantasma. lo era. Ahora, no». En mayo hablará en Laredo, en una conferencia organizada por el Ayuntamiento y auxiliares de la ley de dependencia de Cantabria.

La conclusión, después de escribir el libro, es que «cada vez tengo más ganas de pasear por la playa de La Concha y sentir el agua en los pies». «No me voy a rendir jamás. Si me llaman loco, les digo que quiero estar loco».

Está abierto a todas las vías médicas de avance. «Tanto en la línea de la medicina naturista para algunos aspectos, como en la neurocirugía o en el futuro de las células madre», dice. «No puedo dejar de lado la fisioterapia. Hace que el cerebro no se olvide de que tiene un cuerpo entero. Física y psicológicamente estoy mejor que hace un año».

Su sistema nervioso central terminó muy dañado. «Pero no voy a dejar que se acomode. Voy a utilizar todos los medios para estimularlo. Probablemente la lesión no se irá nunca. Pero no estará cómoda».

Con su libro quiere ayudar a gente que se encuentra en una situación complicada: por un lado, al dar a conocer terapias como las que él ha probado, como su operación en Lisboa con el doctor Reis, que le ha aportado una sensibilidad que había perdido. Y también por el tesón que pone en sus proyectos.

En el libro habla de aspectos que quienes pueden andar a veces no perciben. «Tan fácil subir escaleras, bajar, entrar en un establecimiento, mantenerte en pie esperando la cola en el cine, sentir cada poro de tu cuerpo, vivir en plenitud y ser consciente de ello. ¿Somos concientes de que lo tenemos todo cuando lo tenemos todo?».

Recuerda todo lo que dejó atrás con el accidente: vivía un momento álgido, lleno de proyectos tanto en lo personal como en lo profesional. «Un gran amigo me dijo: 'subir al Everest es muy difícil; vivir en la cima, imposible'. Pues no es imposible. Yo vivía en la cima del Everest y así lo sentía. Bajé en un segundo de 8.848 metros al infierno. La verdad es que no es fácil de digerir y en ello estoy».

A los que se enfadan por las plazas de aparcamiento reservadas a gente con discapacidad, él les regalaría su lesión, junto con su auto, su ropa y su patrimonio. «Volvería desnudo, caminando y en plenitud a cobijarme en cualquier rincón. Solicitaría ayuda pues ya no tendría casa donde vivir. Comenzaría de cero, en la mitad de un día lluvioso en plena calle, en pie, y, sin absolutamente nada, lo tendría todo».