Un accidente de moto la dejó en silla de ruedas
Carmina Ferré, lesionada medular y madre a los 40 años

Con 17 años un accidente de moto la dejó en silla de ruedas. A los 22 comenzó a trabajar. A los 30 se independizó. Ahora, a los 40, acaba de ser madre, así que lo de coleccionar hazañas no es nuevo para Carmina Ferré. Ella le quita hierro a esta cadena de cotidianas gestas. «No considero que haber sido madre sea una proeza. He intentado que mi vida sea lo más normal posible dentro de lo que cabe. Y dentro de las expectativas de la vida de las mujeres, cuando llega una cierta edad quieres ser madre. Tampoco tuve que reflexionar mucho. No soy ni la única ni la primera ni la última», cuenta así de natural.
Carmina sí ha vivido, al menos, una situación poco común, por haber sido madre parapléjica y haber dado a luz de forma natural, cuando nueve de cada diez madres en su estado necesitan cesárea. «Hace 25 años había pocos parapléjicos pero de un tiempo a esta parte hay más coches y más accidentes. Esa gente joven que tuvo lesiones en accidentes ha ido creciendo y siguiendo con su vida», afirma en una entrevista en el "Diari de Tarragona".
En ese grupo se incluye. «Yo sé que no podré ir a escalar, por ejemplo, pero intento disfrutar al máximo de lo que puedo hacer. Sé que con la ayuda de mi pareja mantener a un hijo es más fácil. Sin él, sería todo más difícil; me niego a decir que imposible», cuenta Marina, mientras mira de reojo al pequeño Esteve, de dos meses, sumido en un profundo sueño. «Lo de haber tenido a mi hijo de forma natural es una satisfacción pero no va más allá. Los médicos me dijeron que lo intentarían hasta el final y salió bien».
Un embarazo de libro
Marina venció a la alta probabilidad de que su hijo fuera prematuro, a la mayor posibilidad de que hubiera un aborto y a los riesgos consustanciales a ser madre a los 40, que no son tantos. «En el hospital me dijeron que ahora es la edad habitual, porque se ha ido retrasando mucho en las últimas generaciones». El resultado fue un embarazo perfecto, de libro.
Esteve, un retoño tranquilo y sano, tuvo a bien venir al mundo el 1 de febrero, precisamente el día en que Marina cumple años. Llegó con un buen peso y no dio complicaciones. «La suerte también juega un papel importante», reconoce.
«Mi vida es así. Si voy de vacaciones, sé que no puedo ir al primer hotel que me encuentre. Si voy a tomar un café, tengo que saber cómo es ese bar. A la hora de tener un hijo, lo mismo». Adaptar la cuna, instalar una puerta corredera o buscar un moisés habilitado a la cama fueron tareas imprescindibles antes de que llegara el pequeño Esteve.
La lucha contra las barreras
Carmina, espléndida y feliz, habla con una amplia sonrisa sobre su embarazo y su reciente paternidad, aunque la conversación deriva inevitablemente hacia las barreras arquitectónicas que tanto ha padecido. «Se ha avanzado muchísimo en los últimos años pero aún queda trabajo por hacer.
La gente se ha ido concienciando cada vez más. Las obras públicas están adaptadas mientras que en lo privado cuesta más, a pesar de que hay una normativa que lo exige. Siempre te encuentras con bordillos, con coches que te impiden el paso o con lavabos para parapléjicos inutilizables porque se usan como almacén», denuncia.
Ella acaba recordando el shock de quedarse en una silla de ruedas siendo adolescente. «Asumí rápido que no podría volver a caminar. Lo peor fueron los problemas que tuve en la espalda durante cinco años. La ayuda que tuve en mi casa fue precisamente no tener ayuda. No me sobreprotegieron. Si se me caía algo al suelo, yo me ponía tozuda y lo acababa cogiendo».
«También fue una suerte trabajar siempre, desde el primer día», comenta Marina, administrativa. Ahora disfruta de Esteve, aunque volver al trabajo es su próximo reto. Carmina no falla. No lo ha hecho nunca en 40 años de vida.