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Historia y evolución de la atención sanitaria de la lesión medular

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La primera documentación disponible sobre la lesión medular (LM) se halla en el papiro quirúrgico de Edwin Smith, que se calcula fue escrito entre los años 3000 y 2500 antes de Cristo, con la agregación de algunos comentarios realizados 1000 años después.

La leyenda dice que su autor fue Imhotep, médico del faraón, quién describe a un hombre con el cuello roto que presentaba parálisis en las cuatro extremidades, abolición de la sensibilidad, priapismo, vejiga retencionista con goteo continuo y musculatura atrófica.

En el tratamiento médico se anotó “dolencia para no tratar”. Esta “sentencia de muerte” en todos aquellos que tenían una lesión medular se fue aplicando durante milenios.

Durante la Primera Guerra Mundial, numerosas bajas entre los soldados tuvieron su origen en los traumatismos de la médula. Se señalaba que en la mayoría de los fallecimientos de los soldados con lesión medular la muerte llegaba por infecciones urinarias y úlceras por presión. La falta de prevención o control de estas complicaciones explicaba más del 80 por ciento de las bajas.

Los mayores avances en la atención a lesión medular y a la disfunción vesical no llegaron hasta la Segunda Guerra Mundial, por el trabajo del Dr. Munro en EEUU, y por Sir Ludwig Guttmann, judío alemán huido a Gran Bretaña.

Ambos fueron los pioneros en el manejo científico de la lesión medular y en la disminución de las complicaciones. Los soldados de la Guerra de Vietnam, por la década de los 60, ya empezaron a beneficiarse de estos logros, pero hasta que no se enfocó el tratamiento en unidades especializadas no fue posible controlar las complicaciones antes dichas.

Es decir, que las expectativas de vida de las personas con lesión medular estaban reducidas hasta que empezaron a funcionar a nivel mundial los centros médicos especializados y/o unidades específicas.

Ludwig Guttmann, neurólogo nacido el 3 de julio de 1899 en Toskez (Polonia), es considerado el padre de la “paraplegiología moderna”. En 1944, a propuesta del gobierno inglés, crea en Stoke Mandeville, cerca de Londres, el primer centro del mundo para la rehabilitación de personas con lesión medular. Su aportación científica fue tan decisiva para cambiar el pronóstico de estas personas, que la medicina distingue entre lesión medular antes y después de su intervención.

Además de establecer las técnicas y los procedimientos para el tratamiento de las personas con lesión medular, incorporó plenamente la actividad deportiva al proceso rehabilitador. Fue impulsor, en 1952, del movimiento deportivo mundial paralímpico.

El avance logrado desde entonces es espectacular, destacan como los mejores centros o unidades especializadas en lesión medular las siguientes: en Europa, el ya citado de Stoke Mandeville, Notwill (Suiza) y Karolinska (Suecia).

En Estados Unidos, la Clínica Mayo, en Rochester; el Rancho de los Amigos National Rehabilitation, en Downy, y California y Palo Alto, en California.

En España, destacan la Fundación Hospital Instituto Guttmann de Barcelona y el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo.

Hoy día la principal causa de muerte de estos pacientes, como en la población general, son las enfermedades cardiovasculares, seguida del cáncer. También hay que destacar la incontinencia y los problemas que origina (especialmente los urológicos), junto a las temidas úlceras por presión y las afecciones traumatológicas, que son las más significativas y precisan una atención experta.

Pero para llegar a esta situación de “igualdad”, es necesario que las personas con lesión medular lleven un control férreo y racional de su patología a lo largo de toda su vida en las unidades especializadas. Es decir, las expectativas de vida de las personas con lesión medular correctamente atendidas es la misma que la población general.

Por tanto, es prioritario y vital, para que haya una buena política sanitaria (asistencial, económica y de prevención), la puesta en marcha, mantenimiento y potenciación de unidades y centros especializados de lesión medular. No sólo hay que tratar la fase aguda, sino garantizar en el correcto control y seguimiento de estos pacientes, mediante revisiones periódicas anuales o bianuales y una relación casi constante que les resuelva los continuos problemas de salud y dudas que se le presentan.

Igualmente, es fundamental la implicación de los propios lesionados medulares y sus familias en su cuidado y prevención. Las “Escuelas de Pacientes y los Programas de Tutorías” son instrumentos muy valiosos que aportan un volumen de conocimiento y experiencia básicos de normalización que evitan dificultades y mejoran las condiciones de vida.

Debemos incidir continuamente en la absoluta necesidad de implicar en la atención de los lesionados medulares a los propios afectados, a sus asociaciones, que deben mantener como primer objetivo la atención sanitaria especializada de sus asociados, desarrollando una intensa colaboración y relación con los profesionales sanitarios, centros y unidades especializadas.

Por último, recoger que la investigación y nuevos tratamientos están avanzando de una manera muy significativa, mejorando las condiciones de vida, pero aún queda camino por recorrer y debemos tener las expectativas justas, que seguramente ayudarán y mucho a los lesionados medulares del futuro.